Hablemos de género. Muchas personas pensarán en la seda, el jersey o el jean . No, ese género no. Tampoco es el género discursivo, dramático, o épico.
Hablemos de género como una construcción cultural que las sociedades imponen al individuo, género en femenino o masculino con una serie de conceptos e ideas que definen. Ahí aparecen las primeras exclusiones, es desde la base de nuestras expresiones y nuestras significaciones que comenzamos a excluir.
Hablar de varón/mujer, femenino/masculino, hasta de heterosexual/homosexual, por muy inclusivo que suene, es una manera de invisivilizar, de discriminar y de ignorar.
Muchas veces uno lo hace por ignorancia. En la escuela, la educación formal, nos enseñan que hay un macho y una hembra, que el “hombre” nace, crece, se reproduce y muere. No hay posibilidad de no ser mujer y tampoco ser hombre. No nos enseñan la posibilidad de ser mujer y sentirte hombre, ni tampoco de la de ser hombre y sentirte mujer, o la posibilidad y elección de no ser ninguno. El sistema necesita catalogar y etiquetar. Tampoco nos enseñan que no hay una sola forma de ser mujer y sentirte mujer o de ser hombre y sentirte hombre.
¿Qué pasa cuando crecemos? A veces sucede que sos una nena de 10 años y te obligan a jugar a las muñecas, mientras lo único que querés es jugar con la pelota (marimacho). O sos un varón de 18 años y te gusta cocinar y vestirte bien (trolo). Pero no se supone que estas cosas pasen.
Vivimos bajo las normas de un sistema binario. O sos hombre o sos mujer, si no, estás fuera.
Si tenés vagina sos mujer. Si sos mujer, tenés que vestirte de rosa y jugar a las muñecas a temprana edad. En la adolescencia deben atraerte sexualmente los hombres. De adulta parirás mil hijos, formarás una familia y cuidarás de ella.
Si, por lo contrario, tenés un pene, eres hombre. Si sos hombre jugarás a los autitos y a la pelota. De adolescente te excitarás al ver mujeres y la masturbación te estará permitida para el pleno desarrollo sexual. De adulto te casarás con una mujer a la cual preñarás las veces que consideres necesario y alimentarás las bocas que traigas al mundo.
De no cumplir esto, no tendrás los mismos derechos y libertades que las demás personas. Hasta tal vez dejes de ser considerado persona, y se abuse de ti por degeneradx. Pueden tildarte de inmoral, pero peor aún de amoral, porque las otras morales fuera del código hegemónico, casi siempre se invisibilizan.
Ser mujer, a su vez, significa estar por debajo del hombre, por más que hoy en día ganamos espacio público, aún nos falta ganar espacio privado, donde constantemente somos reducidas a menos. Si sos heterosexual, está todo bien, si sos homosexual haremos tu vida imposible. De bisexualidad ni se habla y los “travestis” son aberraciones, prostitutos o Flor de la V. Las lesbianas son unas locas de mierda, seguramente machonas y sumamente resentidas con los hombres. No son muchas, según el gran imaginario colectivo.
Lo que acabo de reseñar es demasiado simplista, burdo y hasta parecería cierto. Pero no, queridos lectores. Esta no es la realidad, ni siquiera en Tucumán.
El género no es la expresión de un ser interior, o la interpretación de un sexo que estaba ahí, aun antes del género.
La estabilidad del género depende de una alineación entre sexo, género y sexualidad, una alineación ideal que en realidad es cuestionada en forma constante y falla permanentemente.
El género es una actuación. La actuación que podamos encarnar con respecto al género estará signada siempre por un sistema de recompensas y castigos. Esta performatividad del género es una práctica social, una reiteración continuada y constante, en la que la normativa del género se negocia.
Si concluimos que el género no existe por fuera de esa normatividad, o sea que no esta en el cuerpo del sujeto, las normas del género no serían algo distinto que la reiteración y actuación de esas mismas normas. Por lo tanto estas normas están sujetas a la resignificación y a la negociación.
Yo me transformo al transformar. Yo soy hecha por la historia al hacerla.
Hablemos de género como una construcción cultural que las sociedades imponen al individuo, género en femenino o masculino con una serie de conceptos e ideas que definen. Ahí aparecen las primeras exclusiones, es desde la base de nuestras expresiones y nuestras significaciones que comenzamos a excluir.
Hablar de varón/mujer, femenino/masculino, hasta de heterosexual/homosexual, por muy inclusivo que suene, es una manera de invisivilizar, de discriminar y de ignorar.
Muchas veces uno lo hace por ignorancia. En la escuela, la educación formal, nos enseñan que hay un macho y una hembra, que el “hombre” nace, crece, se reproduce y muere. No hay posibilidad de no ser mujer y tampoco ser hombre. No nos enseñan la posibilidad de ser mujer y sentirte hombre, ni tampoco de la de ser hombre y sentirte mujer, o la posibilidad y elección de no ser ninguno. El sistema necesita catalogar y etiquetar. Tampoco nos enseñan que no hay una sola forma de ser mujer y sentirte mujer o de ser hombre y sentirte hombre.
¿Qué pasa cuando crecemos? A veces sucede que sos una nena de 10 años y te obligan a jugar a las muñecas, mientras lo único que querés es jugar con la pelota (marimacho). O sos un varón de 18 años y te gusta cocinar y vestirte bien (trolo). Pero no se supone que estas cosas pasen.
Vivimos bajo las normas de un sistema binario. O sos hombre o sos mujer, si no, estás fuera.
Si tenés vagina sos mujer. Si sos mujer, tenés que vestirte de rosa y jugar a las muñecas a temprana edad. En la adolescencia deben atraerte sexualmente los hombres. De adulta parirás mil hijos, formarás una familia y cuidarás de ella.
Si, por lo contrario, tenés un pene, eres hombre. Si sos hombre jugarás a los autitos y a la pelota. De adolescente te excitarás al ver mujeres y la masturbación te estará permitida para el pleno desarrollo sexual. De adulto te casarás con una mujer a la cual preñarás las veces que consideres necesario y alimentarás las bocas que traigas al mundo.
De no cumplir esto, no tendrás los mismos derechos y libertades que las demás personas. Hasta tal vez dejes de ser considerado persona, y se abuse de ti por degeneradx. Pueden tildarte de inmoral, pero peor aún de amoral, porque las otras morales fuera del código hegemónico, casi siempre se invisibilizan.
Ser mujer, a su vez, significa estar por debajo del hombre, por más que hoy en día ganamos espacio público, aún nos falta ganar espacio privado, donde constantemente somos reducidas a menos. Si sos heterosexual, está todo bien, si sos homosexual haremos tu vida imposible. De bisexualidad ni se habla y los “travestis” son aberraciones, prostitutos o Flor de la V. Las lesbianas son unas locas de mierda, seguramente machonas y sumamente resentidas con los hombres. No son muchas, según el gran imaginario colectivo.
Lo que acabo de reseñar es demasiado simplista, burdo y hasta parecería cierto. Pero no, queridos lectores. Esta no es la realidad, ni siquiera en Tucumán.
El género no es la expresión de un ser interior, o la interpretación de un sexo que estaba ahí, aun antes del género.
La estabilidad del género depende de una alineación entre sexo, género y sexualidad, una alineación ideal que en realidad es cuestionada en forma constante y falla permanentemente.
El género es una actuación. La actuación que podamos encarnar con respecto al género estará signada siempre por un sistema de recompensas y castigos. Esta performatividad del género es una práctica social, una reiteración continuada y constante, en la que la normativa del género se negocia.
Si concluimos que el género no existe por fuera de esa normatividad, o sea que no esta en el cuerpo del sujeto, las normas del género no serían algo distinto que la reiteración y actuación de esas mismas normas. Por lo tanto estas normas están sujetas a la resignificación y a la negociación.
Yo me transformo al transformar. Yo soy hecha por la historia al hacerla.
cuestiones culturales...
ResponderEliminaro acaso imposiciones?
constrcciones?
en donde encajaria yo que odiaba las barbis pero tampoco perseguia una pelota?Me gustaban los rompecabezas =S ya de pendeja me complicaba la vida...
ResponderEliminarCreo que las clasificaciones en la temprana edad se heredan.. cuando adquiris conciencia podes elegir como ver las cosas..
pd:me gusta el nombre de tu blog
La perspectiva de exclusion(?)
ResponderEliminarEsbozo de un empuje hacia lo definido y lo falto de ambigüedad.
Creo que no hubo una enérgica distinción entre sexo y género a lo largo de la historia , con ceptos mezclados y demás....
Me gusta como escribis.
Saludos
Me gustó lo de empezar a ganar espacio privado.
ResponderEliminarMe gustó tu blog, en general.